Joaquín Gómez Bas, autor clave de la literatura argentina del siglo XX, nació en Oviedo, Asturias, España. Participó en distintos grupos literarios y así surgió su vocación de escritor y pintor. En el campo de la pintura, su primera muestra individual fue en 1958. Sus obras figuran en varios museos nacionales y provinciales y en colecciones particulares. En el ámbito de las letras fue miembro de la Academia Porteña del Lunfardo, publicó sus poemas y luego se extendió a la narrativa. Colaboró con varios periódicos y revistas del país y del extranjero. Entre sus numerosos libros se destacan "La resaca", "Oro bajo" y "La comparsa". Fue distinguido con el Premio Konex (1984) y con la medalla de oro otorgada por la Comisión Nacional de Cultura por Barrio Gris (1954). En el cine, fue guionista de las obras "Hombre de la esquina rosada" (1962), "Oro bajo" (1956), "El curandero" (1955) y "Barrio gris" (1954). Gómez Bas murió el 4 de noviembre de 1984 en Buenos Aires.
Entrega de los premios “Pedro de Mendoza”. De pie: Luis Alposta y Edmundo Rivero. Sentados: Ireneo Leguisamo, Ernesto Sabato, Sigfredo Pastor, Rosita Quiroga y Joaquín Gómez Bas |
sin palabras al bardo, de mi bronca a tu oreja.
Total, ya no hay motivo pa' pensar en la vieja;
ella se fue, y yo planto. Me pudrí en el repecho
de sudar pa' tu lujo, remando como grone,
del conchabo a la cueva, del morfi a la catrera,
rajando para el yugo con la estrella primera,
con el hambre de guita del turro que se pone.
Te alhajé y te empilchaste como para milonga
de copete oligarca. Te levanté a babucha.
Vos, jarangón corrido. Yo, quemando en la cucha
el faso del estrilo, pensando en villalonga,
en tomarme el aceite con todo, sin aviso,
sin escombro, tranquilo, demorado en el raje
para astillar recuerdos masticando el mensaje.
Fui laburante en serio por aquel compromiso
de que estaba la vieja, y ella nada sabía
de tu paso en la mala, de tu sangre falluta;
no supo de los mangos que chapaste en la ruta
de donde yo te traje. Ella nada sabía
del metejón chitrulo que me oxidó el cuchillo
y a mi cartel de taura le puso bastón blanco;
ella no supo nunca por qué a Conrado el Manco
le caía tan fiero su trago de vinillo.
Y ahora que la vieja no está -Dios la tenga-
me puedo lamber solo. Y a vos, que la garúa
te refresque el balero. Pa' mí ya no hay mamúa
mejor que esta piantada que me hago en pata renga.
Hasta más ver, che negra; perdón por el rezongo,
atenti a la estrolada... y que te aguante Mongo.
La cardíaca
atracando tu bote, pavada e'checonato.
Y yo, que te rejuno profundo hace rato,
recordé cuando usabas remendao el talompa.
Me saludaste lerdo, medio de cotelete,
vista la mishiadura patente de mi facha;
y pensé que la escuela canera de tu hilacha
te apuntaló el pelecho.
Siempre, desde purrete, recorriste baquiano
la cancha facilonga del acomodo,
siempre fuiste luz en la conga de manotear tupido,
siempre primero vos.
Minas, guita, hasta honores
¿y para qué tanta viveza?
Si mañana en la catrera,
en la calle o en la mesa,
te chapa la cardíaca... y adiós.
Vitrolera
Tu trabajo
era un esgunfio eterno con vitrola.
Si en tu noche, tan sola,
se daba carambola,
enganchabas al punto con biyuya
que te llamaba suya
por el derecho misho de unos mangos.
Rebajé los tamangos
chamuyándote en curda por la yeca
cuando al salir del feca
ibas a apoliyar dura de frío...
Por vos anduve medio chichipío;
como un gil deshojé la margarita...
Y nada más. Para bancar tu hastío
me sobró labia y me faltó la guita.
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